¡Se me ha agotado el aliento, se han extinguido mis días, sólo me queda el sepulcro!
2 ¿No soy acaso el blanco de las burlas y no me desvelan sus provocaciones?
3 Deposita junto a ti una fianza a mi favor: si no, ¿quién estrechará mi mano?
4 Tú cerraste su corazón al discernimiento; por eso, no los dejarás triunfar.
5 ¡Se anuncia el reparto a los amigos, mientras los ojos de los hijos desfallecen!
6 Me has convertido en burla de la gente, soy como alguien a quien se escupe en la cara.
7 Mis ojos se debilitan por la tristeza y todos mis miembros son como la sombra.
8 Los hombres rectos quedan consternados por esto, y el inocente se indigna contra el impío.
9 Pero el justo se afianza en su camino y el de manos puras redobla su energía.
10 ¡Vengan todos ustedes, vengan otra vez: no encontraré un solo sabio entre ustedes!
11 Han pasado mis días, se han deshecho mis planes y las aspiraciones de mi corazón.
12 Ellos cambian la noche en día: «La luz, dicen, está cerca de las tinieblas».
13 ¿Qué puedo esperar? El Abismo es mi morada, en las tinieblas extendí mi lecho.
14 Yo grito a la Fosa: «¡Tú eres mi padre!», y los gusanos: «¡Mi madre y mis hermanos!».
15 ¿Dónde está entonces mi esperanza? Y mi felicidad, ¿quién la verá?
16 ¿Bajarán conmigo al Abismo? ¿Nos hundiremos juntos en el polvo?
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