Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús.
2 Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
3 Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,
4 diciendo: «He pecado, entregando sangre inocente». Ellos respondieron: «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».
5 Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó.
6 Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».
7 Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros.
8 Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre».
9 Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas.
10 Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado.
11 Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». El respondió: «Tú lo dices».
12 Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada.
13 Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?».
14 Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.
15 En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo.
16 Había entonces uno famoso, llamado Barrabás.
17 Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?».
18 El sabía bien que lo habían entregado por envidia.
19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».
20 Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
21 Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás».
22 Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!».
23 El insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!».
24 Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».
25 Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».
26 Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.
28 Entonces lo desvistieron y le pusieron un mano rojo.
29 Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos».
30 Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.
31 Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
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