Cuando Jesús terminó de decir todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
2 «Ya saben que dentro de dos días se celebrará la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado».
3 Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás,
4 y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte.
5 Pero decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».
6 Cuando Jesús se encontraba en Betania, en casa de Simón el leproso,
7 se acercó una mujer con un frasco de alabastro, que contenía un perfume valioso, y lo derramó sobre su cabeza, mientras él estaba comiendo.
8 Al ver esto, sus discípulos, indignados, dijeron: «¿Para qué este derroche?
9 Se hubiera podido vender el perfume a buen precio para repartir el dinero entre los pobres».
10 Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿Por qué molestan a esta mujer? Ha hecho una buena obra conmigo.
11 A los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.
12 Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella preparó mi sepultura.
13 Les aseguro que allí donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo».
14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes
15 y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
16 Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
17 El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».
18 El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: «El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos».
19 Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
20 Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce
21 y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
22 Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?».
23 El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».
25 Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.
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